Poesía: Carta a un dios huido
Convierte los barrotes del mundo en plastilina,
recubre en celofán las grietas
del olvido,
deja la puerta abierta por si
vuelve la tarde
y con ella la risa y los viejos
amigos.
Sácale punta al mundo de las
máquinas roncas
y encima del tejado de la
melancolía
dispón una bandera sin país y
sin nombre.
Haz que el aire viaje por las
olas del tiempo,
que las paredes hablen con las
rojas aceras,
que la verdad se nuble y se
tiñan los hombres
del color de la risa desusada
en la noche.
Transforma el horizonte en
lienzo de amapolas,
haz que naden los sueños en
papel de hojalata,
que los rostros despierten y
que el sol no se esconda.
Aniquila contratos y asesinos
banqueros,
tiende puentes con alas de
bandadas eternas,
confecciona una lista de
imposibles canciones,
da comida al invierno y sentido
a esta vida.
Nunca olvides que hay gente que
una vez creyó en ti...
Lo mejor esa última frase, "nunca olvides que hay gente que una vez creyó en ti..."
ResponderEliminarBonito y sentido.
Saludos